Antes de que exista un plano o una idea de volumen, toda arquitectura comienza con un lugar. La elección de la parcela no es un simple trámite técnico, sino el primer acto creativo y determinante de un proyecto. En la práctica, las parcelas se clasifican según su tipo de suelo o sus características físicas, ubicación y relación con el entorno.
1. Tipos de suelo: entender la base del proyecto
Antes de elegir la parcela es clave conocer su clasificación por tipos de suelo:
- Suelo urbano: ya forma parte del área urbanizada y cuenta con algunos o todos los servicios básicos.
- Consolidado: dispone de todos los servicios y está listo para edificar según la normativa.
- No consolidado: aún requiere completar la urbanización antes de construir.
- Suelo urbanizable: terrenos con potencial de incorporarse al área urbana mediante un proceso de urbanización planificado.
- Suelo rústico o no urbanizable: terrenos no aptos para urbanizar por su valor natural, cultural o productivo. La construcción es excepcional y requiere permisos especiales.
2. Más allá de la normativa: el carácter del terreno
Si bien el tipo de suelo es importante para saber si la parcela elegida es edificable, la verdadera influencia al proyecto por parte del terreno escogido viene de sus características y contexto. Cada parcela y terreno poseen una forma, un relieve, una orientación y un contexto que influirán decisivamente en la forma de habitar. Comprender este punto de partida, definido por su geografía, su historia y su contexto urbanístico, es esencial para dar sentido a la obra que lo ocupará.
2.1. Parcelas urbanas
Las parcelas urbanas se sitúan dentro del tejido consolidado de las ciudades o pueblos. Suelen estar condicionadas por normativas estrictas de ocupación, alturas y retranqueos, pero a cambio ofrecen acceso inmediato a infraestructuras y servicios. En estos casos, el reto arquitectónico está en aprovechar el espacio limitado, garantizar la privacidad y dotar a la vivienda de luz y ventilación natural.
2.2. Parcelas suburbanas
Por otro lado, las parcelas suburbanas o de ensanche representan un punto intermedio entre la ciudad y el campo. Se caracterizan por contar con mayor superficie y un entorno más abierto, aunque todavía con cierta estructura urbana. Aquí, la arquitectura puede desplegarse con mayor libertad formal, incorporando jardines, terrazas o volúmenes fragmentados que difuminan los límites entre interior y exterior. La clave está en equilibrar la intimidad con la apertura, creando viviendas que respiren sin perder su conexión con la comunidad.
2.3. Parcelas rurales
Las parcelas rurales o en entorno natural ofrecen una experiencia radicalmente distinta. Situadas en paisajes abiertos, bosques, laderas o junto al mar, invitan a un tipo de arquitectura más silenciosa y en conexión con el entorno natural. En estos casos la pendiente, la vegetación, los vientos dominantes o la orientación solar determinan cómo se implanta la vivienda. Construir en la naturaleza exige una actitud de humildad y escucha; el objetivo no es dominar el lugar, sino integrarse en él.
El Olivar – Cáceres, España. Vivienda en entorno natural.
Elegir una parcela es, en definitiva, un acto de interpretación. No se trata solo de medir dimensiones o cumplir normativas, sino de leer el territorio, reconocer su carácter y responder con una arquitectura que lo potencie.
En Cabana, entendemos que ese diálogo con el lugar es el origen de toda obra con sentido. Creemos que la arquitectura, más que imponerse sobre el paisaje, debe revelar su esencia. Por eso abordamos cada proyecto desde la observación atenta, la memoria y la emoción, buscando que la vivienda nazca de la tierra que la sostiene. Construir no es ocupar un espacio, sino darle voz. Y cuando esa voz surge con honestidad y propósito, la arquitectura se convierte en una extensión del entorno, en una forma de pertenencia y de respeto hacia lo que nos precede.
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Cabana Team
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